lunes, 28 de marzo de 2011

Tres formas de aprender




Aprender es una de las primeras habilidades que desarrollamos. Asimilar conocimientos, establecer conductas y adquirir habilidades, nos permite adaptarnos a nuestro entorno y superar las dificultades que la vida nos presenta.


Las facultades de aprender, adaptarse, resistir y prosperar son inherentes a nuestra condición humana y la suerte es que podemos desarrollarlas y mantenerlas a lo largo de toda nuestra existencia.

Aprendemos y crecemos a partir de nuestras experiencias y en cualquier etapa de nuestra vida siempre podemos reemplazar conductas antiguas por conductas nuevas.

Hay tres formas de aprender:

En la escuela:

Desde muy pequeños la escuela nos proporciona un modelo educativo que nos permite potenciar nuestras habilidades sociales y cognitivas, ayudándonos a crecer y madurar. Allí aprendemos conceptos, desarrollamos fórmulas y memorizamos datos. Gracias a los avances de las nuevas tecnologías, la tarea de los docentes se ha transformado. Los alumnos de las últimas generaciones nacen y crecen utilizando ordenadores y videojuegos, lo que da lugar a que sus hábitos perceptivos y sus procesos mentales hayan variado. Ahora la información está al alcance de todos, online, en tiempo real y la docencia ha de revisar los conceptos clásicos de aprendizaje y adaptarse a esta revolución de la información. Ya no es tan importante memorizar fechas, ni listas de los reyes godos.La escuela y la universidad tiene un nuevo reto: enseñar a “aprender a aprender”, a desarrollar procesos mentales, a saber  buscar, filtrar y canalizar información hacia los resultados que se desean.

En la vida:

La vida es el entorno por excelencia de aprendizaje para las personas. La escuela de la vida nos enseña a través de nuestra propia experiencia .A diferencia de la escuela, en que primero aprendemos conceptos y los validamos en un examen; en la vida primero nos examinamos y luego aprendemos la lección. Podemos extraer cantidad de información de un hecho vivido, sea éste positivo o negativo; El ensayo-error nos permite modificar conductas en función de los resultados que se van obteniendo, retroalimentándonos de la experiencia adquirida y mejorando en la competencia mediante la práctica. Desaprender conductas preestablecidas y cambiar paradigmas nos permite abrir nuestra mente a nuevas perspectivas y conocimientos.

Copiando:

Imitando a personas eficaces en la habilidad que queremos aprender. Adquirir los patrones de actuación, a partir de los modelos de un rol.

La PNL estudia la excelencia y según ella crear modelos es el proceso que hace explícitos los patrones de comportamiento excelentes. ¿Cuáles son los patrones de comportamiento de los triunfadores? ¿Cómo logran sus resultados? ¿Qué es lo que les hace diferentes de la gente que no tiene éxito? ¿Cuáles son las diferencias que realmente importan?

Según la PNL si una persona es buena en una habilidad, otra copiando su comportamiento mental y fisiológico también puede llegar a adquirirla.

Es frecuente que los deportistas de élite y sus entrenadores estudien y visualicen videos de las estrategias y los movimientos de sus rivales. En qué momento hacen el saque, como balancean el cuerpo, dónde dirigen la mirada. La PNL nos dice que la mejor manera de obtener una habilidad es modelar el comportamiento de quien la tiene. Se basa en la premisa de “cualquier cosa que tu puedas hacer, yo también puedo (copiándote).

Que tengáis un buen día.
Montse


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sábado, 12 de marzo de 2011

Mediocres. Los más abundantes




Ningún hombre es excepcional en todas sus aptitudes, pero no por ello se puede afirmar que son mediocres todos los que no destacan en ninguna.

No todos los pianistas tocarán como el mismísimo Mozart, ni todos los escritores publicarán “best-sellers”; tampoco todas las empresas serán pioneras en cuota de mercado.

Pero sí, hay algo que diferencia a los muchos que están en una posición mediana, de los que son mediocres.

Ocupar una posición intermedia, dentro de nuestro campo o área de negocio ha de equivaler siempre a encontrarse en una vía de superación. Mantener una actitud proactiva, de interés por mejorar, abierta a nuevas perspectivas, a innovar y a crecer, nos distingue de los mediocres.

¿Cómo descubrir nuestros talentos? Pues, probando. Muy pocos nacemos sabiendo para lo que servimos. El talento se vincula al comportamiento y a la acción. Sin experimentar nuestras actitudes y capacidades, nunca saldremos de dudas. No tener miedo ni reparo a probar y conocer distintas actividades, en algunas de ellas podríamos encontrar una vía para expresar nuestro talento.

 "El bosque estaría muy silencioso si sólo cantasen los pájaros que mejor lo hacen"
                                                                  ( Rabindranath Tagore)



Superarse a uno mismo, intentar mejorar, es más positivo e inteligente que competir y compararse continuamente con los demás. No es preciso ser el número uno.

 
El mediocre sin embargo, es el que intenta confundirse entre los que le rodean, pasar desapercibido, por esencia es imitativo y está perfectamente adaptado a vivir en rebaño.

Generalmente el mediocre está bien como está, tiene bien limitada su “zona de confort”. Prefiere no pensar mucho en como y en qué mejorar, cree que ya sabe suficiente, máximo defenderá mantener su status y estilo de vida; eso no quita que lamente la buena suerte y los “enchufes”, que según él, tienen los “excelentes”.

Pero como de mediocres hay muchos, la inercia hace que algunos lleguen a mejorar en su status, realicen bien su trabajo repetitivo, sean buenos empleados y por ello incluso lleguen a ser promocionados a puestos de líderes.

Con frecuencia en las organizaciones ese liderazgo mediocre brota por vacío de poder y ausencia de mejores opciones. Un buen empleado no siempre puede llegar a ser un buen líder.

El líder mediocre:

Por su forma de ser, le gustan los trabajos rutinarios, sin grandes iniciativas. Generalmente no tiene muy claros cuáles son los objetivos que debe asumir y todavía menos como establecer un plan para conseguirlos. Le costará tomar decisiones y sus órdenes serán ambiguas, lo que le hará perder confianza y credibilidad ante su equipo.

Su estilo de liderazgo no será constante en el tiempo. A veces será duro, otras muy blando y cuando no esté seguro de que hay que hacer, aplicará el “laissez-faire”. Tienen baja motivación al logro y ya les está bien “ir haciendo”, sin marcarse objetivos demasiado ambiciosos. Naturalmente el ambiente se impregna rápidamente de este espíritu conformista y la desmotivación aumenta entre el equipo.

La falta de proactividad, de estrategia, hasta de criterio, da lugar, en un extremo, a impulsos e improvisaciones "creativas" y en el otro, a la parálisis por el análisis y la procrastinación de tareas y directrices. Ambas son formas inconscientes de evadir planes estratégicos y de tomar decisiones trabajadas y maduradas.

Procurará rodearse de un equipo también mediocre, a poder ser más que él, pues el talento es siempre una potencial amenaza para la estabilidad de su silla.

Puede que consiga superar una primera prueba, e incluso más. Su supervivencia dependerá del tipo de organización en la que se encuentre, de sus jefes superiores y de su equipo, que a veces, por ser competente, le salvará el pellejo. Puede que vaya ascendiendo, pero indefectiblemente, un día llegará "Peter" y le aplicará su principio.

Que tengáis un buen día.
Montse




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martes, 1 de marzo de 2011

Procrastinando nuestro proyecto de vida



Con frecuencia pensamos que sabemos muy bien cuales son nuestras metas. Diseñamos proyectos para nuestro trabajo, estudios para nuestros hijos y planes para nuestras vacaciones. A simple vista, todo está en orden, pues la dinámica del día a día nos lleva a estar ocupados y a ir solventando las dificultades a medida que se nos presentan.

Incluso, podemos ser muy productivos y desarrollar planes para optimizar nuestros recursos y métodos para evitar la procrastinación de tareas. Puede que seamos emprendedores, creativos, tengamos éxito e incluso dinero.

Pero aunque pensemos que nuestros deseos son evidentes y que sabemos lo que queremos, nuestras convicciones reales y más profundas permanecen sumergidas. Ir al fondo de uno mismo nos dará información de lo que realmente importa y revisar aquellos deseos, que nos parecen obvios, puede resultar que, en realidad, no lo son tanto.

A menudo nuestro proyecto de vida está por escribir. Procrastinamos esta tarea, porque requiere introspección y confrontación con nosotros mismos, cara a cara y no siempre nos resulta fácil ser honestos. Pensamos que ya los sabemos o que ya lo haremos. Lo tenemos en la lista de Algún día/quizás. Tener en la mente nuestro proyecto no es suficiente, pues queda difuso. El proyecto de vida no se inventa, se detecta. Todos, en lo más profundo albergamos un sentido de ser, una vocación inherente en nuestra vida irrepetible.

Para ello es importante averiguar nuestros valores más sólidos, los que realmente nos importan. Averiguar hacia donde nos llevan nuestras inquietudes y a planificarlas. Es preciso distinguir las metas de los deseos. Los deseos son intenciones y las metas, planes de acción.

Igual que antes de realizar un viaje, fijamos el destino y planificamos la mejor ruta, diseñar nuestro proyecto de vida nos permite decidir a dónde vamos y a planificar nuestras acciones, orientándolas hacía nuestro propósito.


Definir nuestras metas personales

Analizar que clase de persona somos y en la que nos queremos convertir.

Los proyectos han de ser siempre personales y responder siempre a las propias necesidades; de otra forma podríamos caer en el error de conformarnos en formar parte de las metas de otras personas.

Al hacer este análisis de autoconciencia podemos descubrir que el guión y los hábitos de nuestra vida son totalmente incongruentes con lo que verdaderamente valoramos.

Quizás tus ideales son unos y sin embargo, en la práctica tus hábitos son totalmente incongruentes con tus valores.

Por ejemplo, es muy posible que desees tener un determinado vínculo con tus hijos e inculcarles unos principios y hábitos, para ti muy importantes, para su educación y desarrollo, sin embargo tu ínter-actuación cotidiana con ellos tiene poco que ver con estos principios y procrastinas establecer un plan para mejorar este aspecto.

Igual puede ocurrir con otros ámbitos de la vida. Quizás desearías ser un pilar de apoyo para tus padres, ya mayores; desearías una relación más calida con tu pareja, o te gustaría contribuir a mejorar la sociedad, en algún aspecto. Tienes un deseo, pero no un proyecto.

realmente quieres que tu vida tenga un sentido, no procrastines más diseñar tu proyecto vital.

Puede que ya tu instinto haya inclinado tus acciones hacia una vocación. Quizás la música, la ciencia o el arte llenan tu vida y son el centro de tu razón de ser. Si es así, enhorabuena, tu proyecto de vida, puede estar ya encauzado, pero aún así, hay que perfilar los objetivos por áreas: trabajo, familia, relaciones. ..etc., como encajan y se compaginan en tu proyecto. Con frecuencia, el logro de una meta supone costes y renuncias. Has de saber a qué estas dispuesto a renunciar para obtener tus logros.

Una vez afirmados tus valores y decididas tus metas, hay que asignarles prioridades y revisarlas periódicamente. Siempre habrá obstáculos que despejar y prioridades que pueden cambiar.

Identificar nuestros roles y metas proporciona estructura y organización a nuestra misión personal. Nos da equilibrio y armonía y seguridad en nuestras acciones.

Diseñar un proyecto de vida no significa quemar nuestras naves y que no haya marcha atrás; al contrario nos sirve para consolidar la ruta, identificar puertos y si es preciso, cambiar el rumbo.

Que tengáis un buen día.

Montse


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